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Leonard Quinde Allieri

La dolarización nos salvó

La política que liberó a los ecuatorianos y ajustó al Estado no es suficiente

Veinte años atrás, los ecuatorianos retiramos a nuestros políticos el poder absoluto sobre el valor de la moneda. Previo a la dolarización, los gobiernos tendían a devaluarla –imprimiendo billetes– con diferentes objetivos y un solo resultado, altos niveles de inflación.

La arbitraria política monetaria ocasionaba que cada vez necesitáramos más billetes para comprar los mismos productos, sin nuestra autorización. La dolarización estabilizó el sistema de precios, nos brindó capacidad adquisitiva y de ahorro, y se convirtió en una de las instituciones más sólidas de Ecuador.

Esto, sin embargo, no quiere decir que sea invencible. Si son solamente sus detractores quienes se expresan acerca de la dolarización, la perderemos tarde o temprano.

El verdadero impacto de la dolarización

La inflación de la economía ecuatoriana pasó de la ya elevada tasa de 52% en 1999 a 96% en el 2000, año que inició la dolarización. De forma acelerada, la tasa de inflación bajó al 37% en 2001 y continuó cayendo hasta un punto porcentual e incluso a cifras negativas.

Fuente: Banco Mundial

Pese a los frecuentes comentarios en contra del dólar, por haber desaparecido los ahorros y riqueza de muchos ecuatorianos, la realidad es más amplia.


Al dolarizarnos, un millón de sucres en una cuenta bancaria pasó a ser tan solo 40 dólares. Sí, en términos numéricos, desapareció gran parte de aquellos ahorros de un día para otro.


Pero el dinero es más que una cifra; es un medio de intercambio, cuyo valor es el resultado de un consenso social. Cuando una moneda se devalúa y pierde la confianza de sus usuarios, puede llegar a ser necesario una carretilla de billetes para comprar un pollo, como en Venezuela.


El dólar no es el culpable del sufrimiento de los ecuatorianos durante aquellos días. Fue tan solo instrumento para transparentar el sistema de precios y la realidad monetaria que permitió anclar y estabilizar nuestro poder de compra.


De no haberlo hecho el 9 de enero de 2000, pudo haber trascendido a peores consecuencias. Solamente en 1999, la equivalencia de nuestra moneda por un dólar pasó de 7 mil sucres a casi 18 mil, y al momento del cambio llegó a los 25 mil.

Fuente: Banco Central del Ecuador

Quizá, un tiempo después, un millón de sucres no hubiese alcanzado para comprar más que un par de caramelos.


Eso no es todo, pues la real utilidad de la dolarización consiste en el incremento de la riqueza que experimentamos a partir de su adopción. Se redujo la pobreza y la desigualdad, pues la estabilidad monetaria permitió mejorar la calidad de vida de los ecuatorianos en conjunto.


Fuente: Banco Mundial

Como explica, el profesor Luis Espinosa Goded en el libro Crónicas del Socialismo del Siglo XXI, la dolarización es el único factor que se mantiene constante en la economía ecuatoriana durante estos veinte años. En el mismo periodo, los ahorros y el PIB per cápita presentan una tendencia al alza.

Fuente: Banco Mundial


Es importante destacar que la dolarización no es la cura a todos nuestros males. Es un respaldo fundamental para nuestros bolsillos y el cumplimiento de nuestras metas, pero si no flexibilizamos otros aspectos de la economía. Seguiremos envueltos en una trampa de pobreza.

Fuente: Banco Mundial


En la década previa a la dolarización, prácticamente no creamos riqueza. Hasta antes de adoptar la Constitución de Montecristi, tuvimos un crecimiento, aunque mediocre, considerablemente mayor al que hemos experimentado durante los tres últimos periodos de la Revolución Ciudadana.


Para fortalecer la dolarización y mejorar la economía de nuestro país, necesitamos al menos cuatro medidas fundamentales: apertura comercial, libre flujo de capitales, disciplina fiscal y flexibilidad interna. En resumen, mayor libertad para los ciudadanos de a pie y mayor ajuste para el Estado.

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