Por Christian Albuja T.
La presente serie de artículos sobre la dolarización en el Ecuador busca exponer algunos puntos sobre la medida adoptada a inicios de 2000, para comprender su impacto y aprovechamiento. Es así como se plantea una serie de cinco artículos que expondrá: lo que se ha dicho, lo que se sabe y no se dice. De igual forma, lo que no se plantea sobre la medida de abandono de moneda adoptada por el Ecuador, como es la dolarización.
En Ecuador, la década de 1990 se caracterizó por una serie de ciclos económicos reales y nominales principalmente que afectaron a finales de esa década. El país estuvo aislado del resto del mundo, debido a que tenía una moneda devaluada y de muy poco poder adquisitivo. Además, lidiaba con la inestabilidad propia de economías dependientes, de muchos errores y pocos aciertos de los gobiernos de turno. No pudieron hallar soluciones para crear riqueza, lograr una mejor calidad de vida de la población y un crecimiento sostenible llegando a finales del año 2000 con un índice de pobreza del 64,4% y un Índice de Gini del 0,56%, datos que presenta el Banco Central y de fuente de la Encuesta de Empleo, Subempleo y Desempleo Urbano.
Esta inestabilidad respondía a una realidad abstracta, pues se tenía un ingreso en “sucres” que perdía valor todos los días en términos de paridad de compra internacional. Internamente, eso significaba tener una condición muy básica de vida sin grandes posibilidades de mejora. Ejemplo de esto era que el salario mínimo vital y remuneraciones complementarias en valores nominales a enero de 2000 fue de 1´225.833 sucres que representaba menos de 50 dólares, según datos del Banco Central del Ecuador.
El escenario puso al país en una situación difícil y llevó a muchos compatriotas a migrar. Según datos del INEC en la década de los noventas más del 5% de ecuatorianos migraron, representando este porcentaje a más de 600.000 personas, duplicando el saldo migratorio entre los años 1999 y 2000 y manteniéndose en esos niveles por los siguientes tres años. La situación no solo se dio por la necesidad de tener trabajo sino por la importante diferencia que significaba recibir divisas en dólares y enviarlos a Ecuador. A finales del decenio de los noventa tener un billete de cinco o 10 dólares significaba una cantidad importante de recursos en moneda local, donde seguramente comprar una pizza se lo podía hacer con un dólar o adquirir una entrada a un partido de futbol de la misma manera; y esto también motivaba nuestros compatriotas a migrar y sin importar las condiciones ver como alternativa para que sus familias salgan de la pobreza.
A finales de 1990, la evolución de las variables económicas, en especial las nominales –con datos del Banco Central del Ecuador– estuvieron caracterizadas por una alta tasa de inflación (90,8% la tasa anual a febrero del 2000), altas tasas de interés nominal (72,63% la tasa activa nominal referencial en sucres a inicios del año 2000) y una devaluación insostenible (pasando de 7.114,92 sucres por dólar la cotización promedio de compra del sistema financiero un año antes, a 25 mil sucres por dólar en enero de 1998, el momento de optar por el abandono de moneda). Estas variables tuvieron un efecto negativo importante en el crecimiento económico y en el nivel de vida de la población, teniendo estos resultados gracias a los procesos de emisión de dinero sin control, característico de gobiernos populistas, irresponsables y sin conocimiento claro de como funciona la economía.
Estos gobiernos populistas, que se consolidan aprovechando la gran inequidad que caracteriza las economías emergentes como la ecuatoriana, suelen llegar al poder y tomar decisiones económicas irresponsables para tratar de cumplir con los ofrecimientos de campaña.
Entre estas, la emisión de dinero, gran intervención estatal y alto gasto fiscal, son las que provocan un desequilibrio total de la economía, tema en el que no se ahondará por el momento, pero cuya fórmula de querer financiarlo mediante la creación de dinero fiduciario, no logra resolver ninguno de los problemas reales de la población. Por ejemplo, el acceso a educación, salud y empleo universal. Por el contrario, son políticas que dejan en una situación muy compleja a nivel monetario y real a las economías.
En ese contexto es que se adopta el cambio de moneda y la dolarización de la economía. La propuesta ya había sido presentada por varios actores nacionales e internacionales con mucho tiempo de anticipación a su adopción. Sin embargo, fue el Gobierno de Jamil Mahuad, en el seno de su Gabinete, quien habría expresado que la dolarización era inevitable.
Quienes eran parte de su círculo cercano relatan que en un principio no quiso adoptar y que por eso demoró la decisión. Había plena consciencia del efecto que tendría sobre los estratos más pobres del país, que fueron quienes sufrieron en mayor medida, pues no contaban con ahorros, ingresos fijos o trabajo. Por ende, no contaban con recursos para superar este cambio radical, pero inevitable.
El año 1999 no era la primera vez que se hablaba de fijar un tipo de cambio, como ya se ha referido. De hecho, por decisión gubernamental, en otros años se tomaron decisiones en ese sentido; pero no se respetaron ni mantuvieron siempre por la necesidad irresponsable de emitir dinero para satisfacer las necesidades insaciables de gasto fiscal. El no tener moneda propia, en realidad, no es el mejor sistema cambiario, pero la irresponsabilidad de los gobernantes que puedan imprimir dinero sin medida, sin duda lo es.
Las alternativas se fueron acabando, se adoptó la dolarización y se abandonó el sucre y, a partir de entonces, el dólar se convirtió en la moneda de curso forzoso en el Ecuador. El siguiente paso en este proceso fue el cálculo de la tasa de conversión.
El economista Marco Naranjo, exfuncionario del Banco Central del Ecuador, plantea en sus escritos que había una cantidad en dólares de reserva y de dinero circulante que permitía hacer una división simple para llegar al cálculo de 25 mil sucres por cada dólar. Por otro lado, el economista Vicente Albornoz, cree que el cálculo debió ser otro: 35 mil sucres por cada dólar. De conocimiento propio y por referencia de un miembro de la Junta Monetaria de la época, quién ha pedido el anonimato, hubo una emisión de bonos adicional para cubrir a las cuentas de la Banca Cerrada, lo que llevó a no tener un cálculo correcto de la mencionada tasa de conversión.
De haber sido el cálculo de 25 mil sucres por dólar el correcto, este hubiese generado que todo aquel ciudadano ecuatoriano que tenía sucres en efectivo o en depósitos a la vista; en la banca pública o privada, podría acceder inmediatamente a dólares. No obstante, no se pudo realizar esta transformación inmediata, lo que levanta más sospechas sobre si el cálculo se hizo correctamente. De haberlo hecho, el shock de disminución de poder adquisitivo podía haber sido mayor, pero sin duda el proceso de ajuste hubiera tomado menos años.
El proceso a partir de la adopción del dólar se volvió casi automático en cuanto al ajuste de las variables nominales que se habían disparado. Los problemas económicos empezaron a disminuir con la adopción de un tipo de cambio fijo, los agentes económicos con la nueva realidad de dolarización empezaron a tomar decisiones de producción y de consumo que generaban, con algún acierto de política gubernamental, el aprovechamiento de la medida logrando estabilidad de las variables macroeconómicas y permitiendo recuperar el crecimiento económico. Este resultado se dio mientras la aplicación de medidas complementarias correctas lograba mantener las variables en proceso de mejora. En nuestro caso de análisis el Ecuador, el resultado de los últimos 10 años no ha sido tan bueno y en gran medida ha afectado negativamente el mercado laboral, como lo veremos en los siguientes artículos.
Las primeras conclusiones:
La dolarización se convirtió en la única alternativa que el Ecuador tenía en el 2000 para que no se mantengan los problemas nominales de inflación y devaluación, la hiperinflación que se registró en otros países como Argentina, Perú o Venezuela, en sus respectivos momentos históricos.
La tasa de convertibilidad no fue la correcta y que esto causó una demora en el proceso de ajuste de las cantidades de dinero a la tasa de conversión calculada al haber sido determinada en 25 mil sucres por dólar, sin la seguridad que esta sea la correcta.
Los agentes económicos tuvimos que aprender a convivir con esta medida y poder mantener nuestras expectativas, hasta que niveles de irresponsabilidad –especialmente de gasto fiscal, como lo veremos en los siguientes artículos– nos han llevado al límite de una posible salida del sistema o mantener efectos negativos sobre las variables reales.
En el siguiente artículo, revisaremos el componente teórico del dinero, la relación correcta de tipo de cambio y la postura clara desde la Escuela Liberal para el manejo de esta.
Christian Albuja T.
Economista, MBA in Corporate Strategy and Economic Policy, Ph.D. (c) en Economía.
Profesor, Analista Económico y Consultor.
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